Resumen:
En los capítulos anteriores hemos podido contemplar cómo la imprevisión y la falta de organización y disciplina, no tan sólo en nuestros cuadros armados, sino en todos los órdenes administrativos, habían arrastrado la República al borde del colapso. Apenas habían transcurrido tres cuartos de siglo del histórico trabucazo de Mella en la Puerta del Conde, y se percibía aún en los momentos sublimes del espíritu el eco del grito Libertador en Capotillo y el ronco bramar del cañón restaurador, cuando en 1916, bajo el genio de la fatalidad las instituciones dominicanas se derrumbaron estrepitosamente”, sucumbiendo nuestra soberanía y desapareciendo por segunda vez nuestras gloriosas fuerzas armadas.