Resumen:
Nos adherimos al concepto, generalmente admitido, de que la historia no debe ser simple archivamiento del pasado. El dato histórico, depurado cuidadosamente, fechado y pulido, enmarcado con toda exactitud en su tiempo y en su espacio, despojado — en laboriosa
y encomiable disección— de sus vísceras ya inútiles (aunque en su hora cumplieran una función vital), no es más que un cuerpo embalsamado por el cual pasó la vida. Es ese hálito anímico que por allí pasó, del cual el dato no es más que la corteza seca, lo que debe ser perseguido, interrogado y descifrado por el historiador. Momia silenciosa, el dato histórico plasma el símbolo de lo que ya no es, afuera de estar irretractablemente realizado, irreversiblemente cumplido. Fue historia viva mientras la vida vivió en él y dentro de él. Cerrado su ciclo biológico, no le quedó otro destino que el de las cosas muertas.