Resumen:
Durante muchos años la enseñanza de la lectura fué un verdadero martirio para el niño, y una tarea ardua y hasta desalentadora para el maestro. En nuestro país, el niño sentía fastidio en la clase de lectura; su libro, lleno de lecciones alejadas de sus gustos y necesidades unas veces, falta de ilustraciones otras, se convertía en un instrumento de tortura. Por otra parte, se enseñaba a leer de una manera mecánica y se contrariaba el proceso didáctico de la enseñanza, que de lo conocido lleva a lo desconocido.