El banquero del presidente

Abstract

En los últimos meses del año 2003 empezó a manifestarse la más grande crisis bancaria ocurrida en República Dominicana durante toda su historia. El Banco Intercontinental (Baninter) iba en picada y con su desplome se llevaba consigo la honra de muchos empresarios, políticos, militares, religiosos, comunicadores y a otros sectores de la sociedad, que habían sido seducidos por los encantos y las canonjías que les brindaba a raudales Ramón Báez Figueroa (Ramoncito). El último intento por salvar esa enorme embarcación en naufragio lo hizo el presidente Hipólito Mejía, quien encargó a Luis Alvarez Renta de mediar entre Baninter y el Banco del Progreso para que llegaran a un acuerdo de fusión por absorción que les permitiera salvar, relativamente, al mastodonte bancario del descrédito total y a sus principales ejecutivos y ejecutores, de la prisión. En la operación de fusión se les vio el refajo a todos. Pusieron al descubierto el modus operandi de una claque corrupta, encabezada por Pedro Castillo, la cual permeaba a muchos sectores de la sociedad; con el agravante de que Ramón Báez Figueroa era propietario de Baninter, mientras que el entonces presidente del Banco del Progreso, era un empleado de los siete empresarios más poderosos de la Republica Dominicana. El chirrido de los neumáticos espantó al grupo de mozalbetes que descansaban a la sombra en el jardín de la casa. La velocidad que traía la bicicleta Chopper la impulsó hacia la derecha en un giro de noventa grados, cuando Peruchito apretó bruscamente el freno de mano y se barrió en medio círculo hacia los jovencitos, quienes saltaron despavoridos para evitar ser atropellados.