Resumen:
El panorama político dominicano era por demás brumoso al ascender a la cima de los poderes públicos, en el año de 1930, el entonces General Rafael Leónidas Trujillo Molina.
Sin contar otras desfavorables circunstancias que hubieran sido capaces de desalentar el más avezado hombre de Estado, la existencia de innúmeros partidos sin plataformas ni principios, incluyendo los mismos que, juntos por primera vez en salvadora coalición, habían llevada a la dirección de los destinos nacionales al juvenil soldado de San Cristóbal, oponía se cómo barrera infranqueable al normal desenvolvimiento de la vida institucional de la República. La hidra de mil cabezas del caciquismo, fatal derivación de esa política personalista constituía, por otra parte, un insalvable obstáculo para el libre ejercicio del Poder.