Resumen:
Las naciones de América que participan en la trágica contienda que hoy agita al mundo —convertido en inmenso campo de batalla donde dos opuestas filosofías políticas se levantan y avanzan por sobre las fronteras históricas— tienen que obedecer a la necesidad suprema de movilizar todas sus fuerzas, lo mismo las que llevan en sí los héroes de las armas que las que representan sus hombres de pensamiento. Para las democracias, esta guerra no es una lucha entre príncipes, ni la alianza que las une ha de ser un mero voto de recíproca lealtad entre los soldados de soberanos coligados, sino más bien la acción armónica y conjunta de los soldados, de los profesores, de los periodistas, de los maestros, de los escritores de cada pueblo americano con los de cada pueblo hermano del Continente, frente a la amenaza del enemigo poderoso.