Resumen:
Sabido es, por demás, que la República Dominicana, desde su fundación, vinculó sus determinaciones políticas al arbitrio del caudillaje; y que resultaron ociosos cuantos intentos reaccionales y cuantos esfuerzos deliberados o educativos se efectuaron para liberarla de tan impropio régimen y para preservarla de sus nefastas consecuencias.
Pueblo de tensión e inquietudes: por genealogía, por endocracia, por tradición, levantisco y convulsivo, el pueblo dominicano, desde el mismo instante de su alborada libre, creó y modeló su caudillo: se abrazó a él y tras él corrió, año tras año, con frenética emoción y con loca e impertérrita decisión.