Resumen:
Hasta su oído externo llegó el sonido, pero como lo percibió lejano, leve, tímido, apagado, a Rosa Rojo no le pareció que fuera el timbre de su apartamento. La visitante repitió el toque y ella cambió de posición en la cama y pareció que balbuceará: “Será que esa gente no oye”. La vecina de al lado, con marcada benevolencia en el rostro y en la voz, sugirió: “Siga tocándole que ella está ahí”. Era una hermana de Rosa Rojo quien esperaba a la puerta, al lado permanecía un hombre, con aire marcial y llevaba una pistola bajo el chaleco. El hombre esparcía la mirada por el ámbito como si buscara algo. La mujer, de apariencia refinada, cesó de pulsar el botón del timbre. Quiso disimular la impaciencia y dirigió a su hermano una mirada indagadora.