Resumen:
en principio debía viajar solo. Una amiga de Barcelona me recogería en el aeropuerto. Así iba a ser. Los planes eran salir de Madrid sábado en la mañana, quedarme en su apartamento, agotar los propósitos de mi viaje en dos días y volver el lunes; pero no resultó. La mañana era fría y gris. Marrodán, el primer secretario de la embajada y Raquel Prado, una amiga que hice el fin de semana me acompañaría. No sé a
qué iban, pero no quería matarles su ilusión. Quedamos temprano en el aeropuerto, y ahí estábamos, con tiempo para un café. En realidad, pedimos un café, un jugo de naranja, un café con leche y tres croisants. Una vez estuvo la bandeja en la mesa los distribuimos a la suerte. Barajas no tiene ninguna particularidad, sólo era una puerta, un puente aéreo, un
flujo de gente que viene y va.