Resumen:
A penas empiezo a pergeñar estas páginas, cuando acude a mi memoria la imagen de mi dulce Arabela, aquella criatura incomparable muerta en la flor de la edad, en plena lozanía y juventud, y cuyo recuerdo imborrable aún me perfuma el corazón. Pero ya ha llovido mucho, ha pasado mucha agua bajo el puente, desde que aquella grandeza y hermosura de alma abandonó las miserias de este conturbado planeta y voló a las regiones tranquilas,
supersubstanciales, de lo inefable infinito. Se pensará de pronto que en estos momentos en que comienzo a escribir estoy romantizando con el recuerdo de ese nombre. Pero no es así; no romantizo, evoco y comparo solamente. Desde la muerte de Arabela, han ocurrido muchas cosas, incontables cosas, que voy a consignar aquí, en estos perecederos papeles; como voy a consignar asimismo otras cosas anteriores: evocaciones, recuerdos, confesiones que no aparecen en las dos obras que preceden a ésta —a ésta que empieza ahora a nacer, a desprenderse del caos tibio y burbujeante del pensamiento—, y que no quiero que queden en el limbo de los apuntes inéditos. De esto, y de lo actual, de lo que veo y oigo y huelo y degluto todos los días, se compondrá el material de esta nueva obra.