Resumen:
Una tarde de otoño, después de apurar nuestras glaucas copas, nos dijimos: — ¡Si fuéramos á Versalles! Y fuimos. Durante el trayecto, cada uno cantó su himno á las ninfas que se mueren de frío y de nostalgia entre el melancólico volar de las hojas secas. Los versos de Albert Samain y de Henri de Regnier, acudieron á las memorias
con sus ritmos de aguas que salen de los surtidores para irisarse en el espacio y caer luego en las fuentes de mármol entre suaves murmullos de rimas. Unos decían «Trianón», y con sólo esa palabra, evocaban la pastoral florida de la última reina. Otros murmuraban suntuosas oraciones en honor de las grandes damas cuyos recuerdos perfuman aun la leyenda de la Francia amorosa. Algunos recordaban al Rey Sol.