Abstract:
Son las dos de la madrugada del 12 de octubre de 1492. En el castillo de popa de una embarcación se pasea un hombre en cuyo rostro advertiríanse, si hubiera luz, huellas bien claras de constante insomnio; pero aun cuando el firmamento luce innúmeras estrellas, todo en rededor es oscuridad, oscuridad intensa. Durante el día los viajeros habían tenido “más alta y brava mar de la que habían traído todo* el viaje” ( 1 ) ; pero al caer la noche era más tranquila, y en medio de aquella tiniebla sólo se oía, al golpear de las olas contra los maderos de la nave, el crujir de los gruesos mástiles en cuyas velas se destacaba la cruz, símbolo de redención. Aquel hombre recio de cuerpo, pero más recio de espíritu, deteníase de cuando en cuando y con mirada intensa procuraba escudriñar el horizonte perdido casi entre aquella impenetrable masa de sombras.