Resumen:
No me causó sorpresa el nuevo libro de José Ma. Gardas-Rodríguez. Le esperaba hace tiempo, ya que he seguido desde sus inicios su camino en las Letras. Pertenece a la escuela que podríamos llamar norteña, cuyo guion es una pasión ardiente por la egregia
habla castellana. Creo que en nuestro tiempo fué el iniciador de ella Pedro Mourlane Michelena, sentido por Rafael Sánchez Mazas, Eugenio Montes, Víctor de la Serna, Alvaro Cunqueiro, Angel Ma. Pascual — caído casi al comenzar el camino—, José Ma. Iribarren, Rafael García Serrano, Manuel Vela Jiménez, nuestro autor y yo mismo: vascongados, navarros, aragoneses, montañeses, gallegos. Todos, amén del gusto por el idioma, tienen dilección por las formas vivas del mismo, cariño por él giro popular que les lleva a preferir la alborada de nuestro gran siglo mejor que su mediodía. Es decir, él habla de Femando e
Isabel y el César Carlos en vez de la de los Felipes, que siempre fué considerada modelo y arquetipo.