Resumen:
Estamos colocados al escribir esta crónica añeja, a más de medio siglo de distancia del presente, entre los años 1888 y 1900, cuando hacía muy poco tiempo que los portones de El Conde, de La Misericordia y de San Diego habían sido arrancados para dar libre paso, y a todas horas, a los transeúntes de la ciudad, y muy especialmente, a los que regresaban a altas horas de la noche de Villa Duarte y San Carlos, dos comunes en aquella época de la Provincia de Santo Domingo, y que. como lo establecían las leyes del Estado, tenían su Ayuntamiento, su Comandante de Armas y Jefes de Policía correspondientes. Los agentes policíacos de San Carlos ejercían sus funciones hasta la Puerta de El Conde, los de Villa Duarte, o Pajarito, hasta la orilla occidental de la ría Ozama. Así la autoridad de la Policía del Municipio capitaleño, estaba limitada por los muros de los fuertes que rodeaban la
ciudad hacia el Norte y el Oeste, y hasta la margen del Ozama, que comenzaba a la salida de la Puerta de San Diego.