Resumen:
Hace apenas un lustro Horacio Blanco Fombona plantó su tienda entre^ nosotros. Sincera y cordialmente convivió con nosotros. Hizo suyas nuestras desventuras, nuestras aspiraciones de perfeccionamiento social y nuestros regocijos. Para nosotros representaba un compatriota más, un compatriota distinguido, con frecuencia causante de nuestro orgullo por la nobleza de su mentalidad y la pureza de sus éticas normas. En busca del sustituto más afín, de los patrios lares, hizo parada en nuestro suelo. Debió encontrar lo que buscaba, pues aquí se estableció definitivamente, rodeado de un afecto tan sincero y leal como el afecto con el cual correspondía. Al cultivo y fomento de las letras consagró sus juveniles energías. Fundó dos semanarios dominicales. El primero, denominado EL DOMINGO, tuvo una vida efímera; pero fué inmediatamente subseguido por la revista LETRAS, cuyas páginas sirvieron de propicio ambiente a la difusión de preciosas actividades literarias. Ambos semanarios tuvieron que terciar en el espinoso debate de la ocupación militar para romper lanzas contra el anómalo estado de sojuzgamiento político a que está sometida la República por imposición de las fuerzas que nos interdicen la libertad del pensamiento. Hombre libre por imperativa determinación de sus convicciones cívicas, Horacio Blanco Fombona era incapaz de guardar silencio, a despecho de las bayonetas liberticidas, ante las vulneraciones de que eran víctimas los principios de derecho, de libertad y de justicia.