Abstract:
Cuando las carabelas colombinas, alígeras y blancas como aves de mar, surcaron, persignándola con sus mástiles la movible estepa, la tierra, jocunda, gigante copa de esmeralda, detuvo el vuelo de las naves y prendió en sus lonas el hálito preñado de fragancias de un mundo descubierto. Sobre esa tierra habitada por la raza melancólica de
bronce posó su planta el hispano fiero, el capitán forrado de hierro de los tiempos heroicos de la historia, y desde ese instante la Hispaniola, la tierra brava de nuestros abuelos, tumba gigantesca y formidable de un pueblo de poetas, de un pueblo de leyenda y de mar tirio, es teatro de tragedia, campo de epopeya y circo de heroísmos que desfilan por la vida coronados de dolor.