Resumen:
Estas notas fueron escritas a fines del año 1939, cuando, transcurrido ya un año lectivo entero desde la supresión de los llamados “estudios libres” en el ramo superior de nuestra enseñanza pública por la Ley de Organización Universitaria del 1937, hube llegado a cerciorarme de la inutilidad de esa reforma, de no venir ella acompañada de la implantación del aprendizaje activo, obligatorio, en la Universidad. Siempre estuve convencido, en efecto, de que lo que importaba en la enseñanza de las artes liberales
era, sobre todo, el adiestramiento personal del estudiante en la técnica del oficio, adiestramiento que no podía resultar sino de su actividad propia en el aprendizaje de esa técnica. Y era evidente que la enseñanza puramente expositiva a que se contraían los cursos magistrales ofrecidos por la Universidad no era bastante para mover esa actividad. La obligatoriedad de estos cursos, como consecuencia única de la supresión de los estudios libres, no conducía, pues, a resultados que valieran lo que el sacrificio que la reforma imponía a la Universidad.