Memoria del V Congreso Histórico Municipal Interamericano

Abstract

Desde que Emile Bertaux, con acertado criterio, incorporó la definición del estilo isabelino a la historia del arte español, los aportes de otros investigadores han ampliado el campo, desmenuzando hasta en sus menores detalles las formas de ese brillante período. Donde antes el rancio positivismo evolucionista del siglo XIX solo veía una etapa final y decadente del gótico español, hoy vemos una de las creaciones hispanas más originales. Si en su morfología aún pueden apreciarse persistencias goticistas o anticipos renacentistas, esa situación transitiva no aminora los valores de esa nueva concepción espacial de la arquitectura y la genial innovación que supone colocar el coro sobre un arco a los pies del templo. Se ha dicho también que son características del estilo isabelino la nave criptocolateral, las bóvedas estrelladas de ascendencia nórdica, la decoración profusa de reminiscencia mudéjar y ese típico motivo ornamental que consiste en una vara florecida con una cinta entrelazada. Pero indudablemente lo que más define la arquitectura isabelina es el tratamiento espacial interior como resultado del amplio crucero concebido a manera de expansión de la nave misma y nó como un elemento transversal de cesura, y el coro cabalgando sobre un arco rebajado, por debajo del cual se accede al interior.