Resumen:
El poeta cuya vida vamos a recordar, fue mártir del miedo que España ha tenido siempre a la Independencia de sus colonias. Como Heredia, que vivió y murió en el destierro, Plácido fué perseguido porque fue una personalidad. Como Zenea, que murió fusilado por los mismos que lo tuvieron siempre errante, Plácido fué condenado al último suplicio porque su vida aterraba a los tiranos. Hay, gracias a la lógica eterna de la razón universal, una incompatibilidad inconciliable entre la inteligencia y la tiranía, entre las virtudes y los déspotas: la tiranía odia a la inteligencia hasta en la muerte; el déspota odia la virtud hasta matarla. Solitudinem facient, como dice Tácito, y llaman paz a la soledad que han
producido. Por eso las edades más tristes son las más poéticas, los pueblos más tiranizados los más líricos.