Resumen:
¡Ahí están! En el primer momento del viacrucis, dando el primer paso en la vía de lo ideal a lo real. Vienen de lo ideal. ¡Las miserandas!.. . . Cada paso que den hacia lo real ha de ser un traspié en las tinieblas. La luz, para ellas, está en el fondo de ellas mismas: es la luz cenicienta de la idea, que, al reflejar la luz propia de la verdad, fulgura tenuemente en el cerebro, como fulgura en las lejanas cumbres de la Luna la devuelta luz que la Tierra irradia. En esa semiluz encantadora, resplandor persuasivo de las realidades de la naturaleza y de la vida, vida y naturaleza se presentan como deben ser en la recóndita esencia de la verdad original y eterna, no como son en la realidad tenebrosa del error.
Al dar el primer paso, seguimos el impulso del ideal que nos guiaba, y en vez de llegar a lo real, adonde nos impele nuestro destino de seres preeminentemente organizados para la verdad, caemos en la primera sima de la razón, la incertidumbre. Esa caída la damos todos, en todos los derroteros de la vida. Somos niños que aprendemos, cayendo, a caminar; somos viajeros que perdiéndonos aprendemos a orientarnos; somos barcos
que brujuleando aprendemos a tomar un rumbo; somos predestinados descubridores de un nunca descubierto nuevo mundo moral, que navegamos sin norte fijo por el mar de las tinieblas.
Descripción:
Incluye notas al pie de páginas.
Edición de la revista de educación.
Discurso pronunciado por Eugenio María Hostos, director de la Escuela Normal de Santo Domingo, en la primera investidura, de alumnas del Instituto de Señoritas, dirigido por Salomé Ureña de Henríquez, 17 de abril de 1887.
Colección Patrimonio Dominicano.