Abstract:
La sociedad dominicana tiene una muy vieja tradición de libertad y de amor por la vida democrática. Es bien verdad que la monarquía española impuso un orden colonial riguroso, servido por subalternos estrictamente ceñidos a la voluntad real, a aquella voluntad que se empecinó durante siglos en no ceder un ápice de sus poderes absolutos. La Constitución de Cádiz de 1812 —tierno vagido de las clases sociales que en España precisaban nutrirse
del ejemplo y la ideología nacional de la Revolución Francesa— no prolongó su existencia como para sedimentar sólidas estructuras democráticas.