Resumen:
La formación y la existencia de la clase profesional dominicana, y generalizando, de la clase intelectual, es admirable si se piensa en los factores que se han opuesto a su nacimiento y desarrollo, tales como la emigración de sus mentores que sufrió a principios del siglo pasado debido al fracaso de nuestra primera tentativa de independencia, el período tormentoso que siguió a nuestra emancipación política en que siendo la República un cuartel, necesario para su defensa, no había ambiente para otra actividad que no fuera la de las armas, y posteriormente, nuestras continuas disensiones civiles que malograban todo intento de cultura. Esta clase frecuentemente subestimada o criticada por sus
vacilaciones en el ejercicio de funciones públicas, hecho que es en ella precisamente una virtud, pues demuestra que posee conciencia de sus responsabilidades en situaciones en que es muy difícil captar la noción de la verdad, de lo justo o de lo útil, ha aportado siempre, sin reservas, el generoso concurso de sus conocimientos y la integridad de sus propósitos.