Resumen:
—La brisa baja ahora con más suavidad sobre nuestras cabezas. La hora parece propicia para intentar una nueva incursión por entre nuestros interrumpidos y olvidados diálogos. —La hora no es de diálogos, ni siquiera de monólogos; pero me esforzaré mientras hablas a fin de que mis músculos estén inmóviles. —Estudiemos el problema de la Moral. —Le llamaste «problema» y no quiero hacerte objeciones; pero para mí ella desde hace mucho tiempo dejó de ser problema. Se convirtió en el instrumento de tortura, por antonomasia, del pasado. Yo dormía y para que despertara tuvo la vida que darme varios golpecitos
en el hombro y decirme con fuerza: «no inmoles más a los tuyos en sus destartalados altares; ¿tu hija ha muerto, no lo ves? todo es inútil: ¡tu hija ha muerto!» Ante la seguridad de las cuatro luces, me contorsioné. Hice mil protestas de reparación ante mis escuálidos hijos; pero he seguido, imbécil hombre del pasado, apegado a sus intangibles principios sórdidos de siempre.