Resumen:
Se ha dicho que América es hija del siglo XIX. Pero esa centuria no fue un llano del tiempo, sino que tuvo una doble vertiente: la del Romanticismo y la del Positivismo. Con su vocación natural de eminencia, Martí surge en la arista misma donde el siglo se quiebra.
¿Es un romántico por la sensibilidad, por el anhelo de absolutos, por la sobrevaloración de lo espiritual, por la tendencia a proyectar la intimidad del yo sobre la realidad externa, por la confianza en la bondad innata del hombre? el optimismo mesiánico que de ella se deriva. Pero todo ese romanticismo está frenado, equilibrado en Martí por la conciencia vivísima del sentido objetivo p científico con que su siglo reaccionaba a los excesos anteriores del entusiasmo y de la fantasía.