Resumen:
Un Día —cuerpo de gigante, rostro mongólico, amigo del champán y de la buena mesa—
llegó Keyserling a tierras de América. Cruzó sus profundos mares y sus tierras anchas; sus pequeños ojos, habituados al paisaje báltico, intentaron ahondar, en frágil rapidez de horas, la psicología de nuestros hombres, la claridad de nuestras virtudes esenciales, la raíz de nuestras deficiencias individuales y colectivas. El filósofo alemán elaboró con artificio sus meditaciones suramericanas y ofreció a la irónica sonrisa del mundo europeo un sombrío panorama deformado.