Resumen:
Heme aquí, Señores, vencido por el deber, e instado acaso por- una indeclinable necesidad de mi alma, sobre lo alto de este luminoso Sinaí de la Cátedra Evangélica, pidiendo a las demasías del corazón lo que a la inteligencia menguada y torpe falta, sin duda, para dar a mis expresiones el brillo de una palabra galana y substanciosa. No haya miedo, por ello, sin embargo, que siempre habrán de resultar lucidas las que honradamente produzca el sentimiento, cuando éste se encuentre, sobre todo, como en el caso presente, perfectamente identificado entre el encargado de llevar esa palabra y los que por razón del motivo están en el deber de acogerla con agrado. Poseído de tan alentadora convicción, no imploro vuestra benevolencia; la reclamo con aliento, en razón de la elevada finalidad de este modesto discurso. Señores: Me propongo hablaros de la Patria....