Anotaciones sobre el servicio consular dominicano

Abstract

De todos los problemas por resolver y que atañen directamente a nuestro país, este del Servicio Consular ocupa desde hace tiempo nuestra atención y esto desde mucho antes de ingresar nosotros mismos en la Carrera Consular Dominicana, si «Carrera» puede llamarse al sistema empleado por nuestros Gobiernos de todo tiempo, como tendremos ocasión de ver mas adelante. Mucho antes de haber penetrado en el mecanismo íntimo del Servicio, estábamos ya convencidos de su caótica situación. Así, en el año de 1926 publicábamos en el periódico «El Diario» de Santiago de los Caballeros, un artículo cuyo titulo era. «Los representantes que no representan», tema que desenvolvimos con mucha frecuencia, mas tarde, en las columnas de «La Información» de la misma ciudad. Nos referíamos entonces a los dos defectos mas aparentes de nuestro Servicio Consular y que saltaban a la vista al primer examen hecho por cualquier profano en la materia: I. — La incapacidad manifiesta de una gran parte de nuestros cónsules que les impedía de todo tiempo rendir el menor servicio útil al país, incapacidad que las más de las veces se complicaba con el desconocimiento absoluto del idioma del país donde debían residir por mandato de nuestros Gobiernos y con la ausencia voluntaria de esos mismos cónsules de las ciudades y hasta de los países de su jurisdicción. Teníamos por aquella época, cónsules en Génova que no hablaban italiano, en Copenhague que no hablaban una palabra de danés, en Amsterdam, que no sabían holandés, en París que no hablaban francés, en Hamburgo, que jamás intentaron comprender el alemán, en New York y Montreal que tampoco podían hacerse comprender.