Resumen:
“Mi respuesta fué: allá ustedes! Dos o tres días después partí, limpia la conciencia, para Constanza, donde tenía que dirigir una siembra de papas. Después de dos semanas de ausencia, con el recuerdo de la gleba impreso en el alma regresé a Santiago. Abril ya sonreía. Esa frase aislada, tan torpemente ridícula en su énfasis folletinesco, constituye, sin embargo, la culminación pueril de lo que pudo haber sido la más espantosa
tragedia en la historia de la República Dominicana. Define la situación espiritual, altamente femenina, de un sujeto ante sus Jueces, acusado, con todas las pruebas, de ser el director intelectual y el cómplice directo de crímenes que varían entre el incendio, el anónimo, la
perturbación del orden público y el asesinato. Es la fotografía, cuerpo y alma, de un individuo que arrastra a la desesperación a una ciudad entera, que lleva al deshonor y a la cárcel a cuarenta y tres compañeros suyos, la mayoría adolescentes. Es la medida exacta de quien la pronunciara: Juan Isidro Jiménez Grullón, el terrorista cobarde, el falso líder que dejó a cuarenta y tres hombres al borde de los crímenes mayores, para irse, mientras "abril sonreía" a dirigir una siembra de papas a muchos kilómetros de distancia".