Resumen:
esta palabra no existe en la lengua española, entonces acabo de inventarla. Para definirla tengo que rellenarla de algo. Desde luego, un fantasmario es un depósito de fantasmas que ocupan parte del cerebro. Debería citar a Gustavo Adolfo Bécquer quien en sus obras habla de los tenebrosos rincones del cerebro donde «duermen acurrucados y desnudos los interminables hijos de mi fantasía». Si el cerebro tiene rincones tenebrosos, debe tener espacio suficiente para fantasmas, por eso no es de dudar que el fantasmario viva dentro de nosotros. No es un crematorio, como esos que abundaban en ciertos cementerios del siglo XIX o que se remedan en el incendio del cuerpo a orillas del Ganges hinduista. Tampoco es un osario. Los huesos no tienen luminosidad, no poseen el
fulgor de lo fantasmagórico, a pesar de los llamados fuegos fatuos. Los huesos son eso, fatuos.