Resumen:
Cuando se tiene frente a sí a un enemigo implacable que ha hecho de la mentira un sistema, del crimen una costumbre, de la opresión un hábito y del odio una norma de vida, es un suicidio toda actitud conciliadora. Por eso resulta doloroso observar en el presente la fuerza diabólica y perseverante de la propaganda rusa en contraste con la réplica débil y desconcertante de las potencias occidentales. No hay duda de que el balance de la hora arroja para el mundo libre un superávit de palabras inútiles y un déficit -por no decir
carencia absoluta- de acción rotunda, coordinada y constructiva.