Resumen:
Estaba reservado a esta era de justicieras reparaciones rendirle al héroe cuyas frías cenizas se hallan en este momento cerca de nosotros, cubiertas por la bandera y las armos de la República, un homenaje digno, al par de testimoniador de la gratitud y la admiración que le debemos los dominicanos.
De hoy más no será un oscuro nicho, exornado por las armas de España, el humilde asilo de esos restos mortales. La República los lleva, por las manos de su primer abanderado, el Generalísimo Rafael Leónidas Trujillo Molina, a la Capilla de Inmortales, para reposar allí, junto a los de aquellos hombres que pudieron ser próceres y mártires de la patria
dominicana porque, gracias a la obra del brigadier don Juan Sánchez Ramírez, se había conservado y fortalecido en este solar de nuestros antepasados insulares un núcleo social de características propias y tradiciones y aspiraciones comunes, con un patrimonio espiritual y material, de cuya defensa se hicieron campeones.